«Me llamo Sherlock Holmes, y mi profesión consiste en saber lo que otros no saben»: antes de que el famoso detective creado por Arthur Conan Doyle pudiera pronunciar estas palabras en 1891, el relato detectivesco llevaba más de cincuenta años definiéndose. Todavía en 1850 Dickens aseguraba que los «procedimientos» de los detectives seguían «siendo una incógnita».
El largo reinado de Victoria de Inglaterra (1837–1901) vio nacer el género, desarrollarse y fructificar en la variedad y la exuberancia que el siglo XX recogería, dando pie a una de las tradiciones narrativas más populares e influyentes de nuestra época.
Esta antología de Cuentos de detectives victorianos, seleccionada por Ana Useros y traducida por Catalina Martínez Muñoz, reúne veintiséis piezas que muestran perfectamente la evolución del género desde sus orígenes (en un cuento redescubierto recientemente, «La cámara secreta», cuatro años anterior a Los crímenes de la calle Morgue de E. A. Poe).
Del detective sabueso que persigue incansable a su presa al genio de la deducción que resuelve crímenes apenas sin moverse de la butaca, del criminal tosco y pasional al cerebro impune y refinado, de los actos brutales a las tramas alambicadas vistosas, este volumen permite un ameno recorrido por la historia de un género cuyas bases sentaron no solo autores célebres como Dickens, Wilkie Collins y Conan Doyle sino también excelentes narradores que merecen rescatarse del olvido.