Me gusta pensar que este será un Estado justo con todos los hombres y mujeres y que tratará a todos los individuos con el mismo respeto con que uno trata a un vecino; y más aún, un Estado que no calificaría de inconsistente el hecho de que unos pocos vivan alejados de él, sin entrometerse demasiado, aunque siempre cumpliendo los deberes como cualquier vecino o semejante. Un Estado que produjera aquel fruto y tan pronto estuviese maduro lo dejará caer del árbol; ese será el camino hacia un Estado todavía más perfecto y glorioso, uno que también yo he soñado, pero que todavía no he visto por ninguna parte.