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Rosario Castellanos

Los convidados de agosto

  • Ivana Melgozaцитирует10 часов назад
    Las cosas ya no sólo no le eran hostiles, pero ni siquiera extrañas. Constituían señales amistosas, presencias cordiales. Iba a su encuentro con un placer anticipado y las disfrutaba plenamente.
  • Ivana Melgozaцитирует10 часов назад
    Y así, al través de esta contemplación distante y que no se atrevía a penetrar más allá de la superficie de lo visible, don Carlos iba rescatando de las profundidades de su memoria a ese pueblo que, durante su infancia, se llamó inocencia, avidez, felicidad acaso. Y nostalgia en los años de destierro de su juventud y fervor en el retorno y catástrofe y duelo en la madurez.

    Sin embargo, poco a poco, de una manera que al mismo don Carlos fue pasando inadvertida, el duelo comenzó a quebrantarse. Tal vez la grieta se abrió con la primera palabra no indispensable que dirigiera a doña Cástula. Y después la respiración de la angustia fue haciéndose más ancha y regular; la modulación del lamento ensayó otras escalas; la imaginación comenzó a emanciparse de ciertas figuras que hasta entonces lo habían obsesionado, para dar acogimiento a otras, a todas.
  • Ivana Melgozaцитирует20 часов назад
    Cuando el hombre le preguntó con quién o quiénes había venido a la corrida, Emelina respondió, con ese aplomo con que ha de respaldarse lo inverosímil, que sola.
  • Ivana Melgozaцитирует21 час назад
    ¡Qué delicioso era abandonarse así al placer y al peligro! Porque un grado más, un mínimo grado más de inconsciencia, bastarían para hacerla resbalar hasta el fondo y ahogarse.
  • Ivana Melgozaцитирует21 час назад
    Las palabras fluían de su boca con la misma falta de voluntad con que las lágrimas resbalaban de sus ojos.
  • Ivana Melgozaцитирует21 час назад
    Las palabras fluían de su boca con la misma falta de voluntad con que las lágrimas resbalaban de sus ojos.
  • Ivana Melgozaцитирует13 дней назад
    Conocía su cuerpo centímetro a centímetro. Y gracias a la contemplación cotidiana, los cambios que iba sufriendo le pasaban inadvertidos. Cuando alguno se revelaba como demasiado evidente (una adiposidad indiscreta, el encallecimiento de zonas de su piel, una verruga, una mancha, una bolsa) apartaba de inmediato la vista y se cubría con la primera prenda que hallaba a su alcance. Hasta que su mente digería la noticia y se familiarizaba con ella volvía a contemplarse otra vez, con un detenimiento tan fijo que resultaba una forma de ausencia y distracción.

    Gracias a Dios ahora no había ninguna novedad. Emelina se sintió joven, plena, intacta. ¿Cómo va a dejar huellas el tiempo si no nos ha tocado?
  • Ivana Melgozaцитирует13 дней назад
    Emelina se arrellanó en la cama y clavó la vista en el techo. ¡Qué raros le parecían hoy los objetos de los que no recordaba siquiera cuando los había empezado a usar! Esa lámpara de porcelana, con sus flores pintadas y una leve resquebrajadura en el centro…
  • Ivana Melgozaцитирует13 дней назад
    Sin embargo, la habitación aparecía transfigurada en el sueño de Emelina. Por lo pronto —¡qué alivio!— estaba sola. No, sola precisamente no. Faltaba Ester pero sentía la respiración de alguien allí. Alguien cuyo rostro no alcanzaba a distinguir y cuyo cuerpo no cuajaba en una forma definida. Era más bien una especie de exaltación, de plenitud, de sangre caliente y rápida cantando en las venas. Era un hombre.

    Al despertar Emelina arrojó lejos de sí, colérica, la almohada que había estado estrechando. ¡Lana apestosa, forro viejo, funda remendada! ¿Cómo se había atrevido a sustituir a la otra imagen que aún no terminaba de desvanecerse?
  • Ivana Melgozaцитирует13 дней назад
    Sus labios balbucieron una palabra cariñosa:

    —Cutushito…

    mientras estrechaba entre sus brazos, con el abandono que sólo da la costumbre, su propia almohada.
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