Acostado en la hierba, pensaba que, desde siempre, vivía encantado con cosas que no entendía. E incluso ahora, incluso en el jardín de este agradable hospital nocturno, todo seguía igual. El gran pájaro negro continuaba volando también ahora, y yo, al igual que la hierba amarga y el bicho redondo, estaba metido en su vientre.