Saint-Georges, un hombre de mediana altura y complexión atlética, tenía unos treinta y cinco años cuando Thomas-Alexandre ingresó en la academia. Orgullosamente elegante, vestía las mejores ropas –calzones de seda, capa, chaleco de brocado– incluso cuando no estaba en la corte. Tenía la piel clara, y el hábito de empolvarse la volvía más clara aún. Usaba pelucas blancas y se pintaba los labios al estilo de la corte de Luis XV.
Sin embargo, este caballero mulato podía empolvarse y vestir como quisiera porque tenía fama de ser el mejor espada de Europa. Durante los quince años anteriores, todos los campeones blancos habían intentado derrotarlo; salvo un italiano, que peleó con Saint-Georges en circunstancias excepcionales, ninguno lo consiguió.