Cuando acabaron las guerras, una industria que había crecido y cosechado grandes beneficios fabricando explosivos y productos químicos para la contienda y para los campos de concentración se reinventó y resurgió como industria agroquímica. Como se enfrentaban al cierre o al cambio de actividad, las fábricas de explosivos empezaron a producir fertilizantes sintéticos, y los químicos de guerra comenzaron a emplearse como pesticidas y herbicidas.