El complot de Las Flores

Hace dos meses solo se oía hablar de la crisis, de la falta de futuro. Pero así es este lugar: a la gente le gusta colgarse a cualquier esperanza que anda dando vueltas por ahí.

Alguien le preguntó a don Alfonso si quería hablar y respondió que solo quería decir algo muy breve. Y entonces pronunció esa frase que nos dejó perplejos:

—Quiero agradecer a dos chicos que armaron una escena para mostrarme cuál era el camino que había que tomar.

En ese momento levantó la cabeza y miró hacia donde estaban Mará y Sebastián.

—A ellos, especialmente —dijo sin nombrarlos—les quiero decir gracias.

—¡Lo hicimos solos! ¡No nos ayudó nadie! ¡Abajo los políticos!

La gente del gobernador había avisado que quería dar un discurso, así que Luis le dio la palabra a él primero. A los florenses no les gustó.

Hoy tuvo lugar la última reunión. En realidad, no era necesaria, pero quisimos hacer un brindis final para festejar que se cumplió nuestro sueño: ayer inauguramos el camino.

Por todo eso vale la pregunta: ¿quién engañó a quién? ¿Usamos el noviazgo para convencerlo a donar el dinero o lo usó él para justificarse? Pero ya no importa. Lo que es evidente, a esta altura, es que ser el artífice del camino lo hizo feliz.

Es de esos que cuando estás disponible no te dan bolilla, pero cuando no estás se mueren por vos. Así que era mejor dejarlo pasar.

Un día nos dimos cuenta de que ya éramos amigos. No sé bien cómo sucedió, pero creo que todo mejoró cuando los dos reconocimos que no le gustábamos al otro, que nunca nos íbamos a enamorar. Ahí él dejó de ponerse colorado, yo dejé de estar nerviosa, y empezamos a hablar como personas normales

Como resultado de todo eso, ahora es quien menos quiere irse.