Como Stieg Larsson y Hening Mankell, Kjell Askildsen (Noruega, 1929) es parte del boom de la literatura nórdica contemporánea en los países de habla hispana. Cuentos reunidos, parte de sus opera omnia juiciosamente seleccionadas y prologadas por Fogwill —quien algo supo de escritura, lecturas y escritores—, lo representa en genio y figura. Indiferente a la crítica y huraño, Askildsen demuestra en cada short story una técnica impecable y una capacidad ilimitada para seducir con argumentos apenas diferentes unos de otros y personajes sin rostro, inmersos en un mundo hostil, absurdo; encerrados en relaciones desdichadas: matrimonios aburridos, paternidades obligadas, amistades rencorosas, traiciones cotidianas, demostraciones de ternura fácil. Por la extensión, se trata de relatos más o menos breves. Y quizás sean los más cortos los más logrados o, mejor, los más “brillantes”. Es en este sentido que «Carl» funciona como recomendable botón de muestra: apenas página y media, y todo el universo askildseniano, como tallado con escalpelo, salpimentado por un humor cáustico y una ironía ejemplarizadora, que escudriña lo que se oculta bajo la suave piel de las convenciones.