Feral

Para sobrevivir vibramos tan bajo que fuimos subterráneas.

Alguien dijo por allí que la belleza se termina donde empieza la expresión intelectual. ¿Y qué hay de la política? ¿Cómo puede haber belleza sin expresión intelectual?

Por experiencia, entonces, maravillosas amigas nos invitaron al placer, nos embriagamos juntas, nos unimos, nos conocimos, cogimos y nos fuimos.

Ya nadie nos madruga. Somos amas. De la calle. De todas las calles y los zaguanes. Dueñas del centro

Mientras arriba todo arde, lo que resiste bajo esta tierra es rascar hasta construir la posibilidad del futuro en medio de la catástrofe.

Este es nuestro territorio, tuyo ya, pequeño corazón que acaba de brotar. Habíta‍

Trataron de acabarnos, pero fueron ellos los que se marchitaron. Así vivimos en el lugar de su pérdida.

Hay veces que esta fiebre de memoria duele en los huesos. Hay días que no queremos seguir, y el tejido conjuntivo que somos, se inflama. Pero sabemos que para sanar debemos juntar los pétalos de estos recuentos, de estos cantos de tiempo de lluvia roja. Somos anfibias, y andamos a tientas por las vidas ajenas: a ver si así aprendemos a respirar mejor en el nuevo mundo de arriba.

Ellas son las que miran, las que duermen, las que sueñan. A nosotras nos dio la fiebre de memoria. A tientas vamos rescatando documentos de ese mundo pasado, caduco; testimonios del colapso, palimpsestos apocalípticos, recuerdos de la resistencia, para poder entender cómo llegamos aquí y para poder todas germinar algún día como maíz, como brotes tiernos, como flores que embriagan.

La línea del tiempo y del espacio se distiende, una línea tenue entre la vida y la muerte, entre la justicia y le venganza, entre vivir y sobrevivir. Estas líneas y linajes que nos vinculan con nuestros fantasmas. Un palimpsesto. Una hilera de cruces rosas hasta el horizonte. Palabras que son alas, balas, te están buscando.