El público más amplio asocia con razón el nombre de Diana Cohen Agrest a sus reflexiones sobre la justicia penal, la ética y, en el orden de la divulgación, a la bioética. El carácter académico de esta monografía consagrada a Spinoza sigue, por su modalidad, otra orientación. No obstante, sus lectores habituales no desconocerán, en este libro inspirado en una de las mayores figuras de la historia de la filosofía, la personalidad y el don de comunicación de Diana Cohen Agrest. Más aún: ampliarán el conocimiento que ya tienen de su autora, pues aquí ella explora y revela, indirectamente, las raíces de su propia concepción de la vida y de su escala axiológica. Con ello, no solo pone en evidencia su genealogía filosófica, sino que subraya, a la vez, la prodigiosa actualidad que, en aspectos esenciales, siguen revistiendo las ideas de Baruj Spinoza.
Por eso, más que restringir el acceso a quienes habitualmente frecuentan sus pá¬ginas periodísticas o testimoniales, esta Cartografía de la Ética spinoziana invita, a todos aquellos que aún no lo han hecho, a descubrir la estatura intelectual de quien hace cuatro siglos supo conciliar, con notable originalidad, las demandas de la fe y de la razón, las del imprescindible orden social y la libertad individual, las de la física y la metafísica.
La intrincada red de relaciones que Spinoza mantiene con su tiempo, tanto en el orden gnoseológico y ético como en el político y teológico, es iluminada en esta exposición sin caer en simplificaciones ni en oscuros tecnicismos. A la vez, el diálogo de Spinoza con quienes lo precedieron en la aventura de pensar y enseñar a pensar es subrayado por Diana Cohen Agrest con un certero poder de síntesis.
Ciertamente, el rigor expositivo no se ausenta ni un solo momento de estas doscientas sesenta páginas. Pero ello no va en desmedro ni de la claridad ni de la amenidad que dan sobradas pruebas de la hospitalidad con que Diana Cohen Agrest sabe acoger a sus lectores. Ella contagia la emoción de leer a este maestro inigualable del pensamiento del siglo XVII; a este filósofo que supo infundir a la Modernidad muchos de sus rasgos distintivos; al hombre que preparó, con su palabra honda y original, el advenimiento de la sensibilidad que haría de la democracia el camino sociopolítico más fecundo de la civilización occidental.
Schopenhauer afirmaba que el filósofo aspira siempre a una segunda lectura por parte de quienes se aproximan a su obra. Comprender, sostenía, es siempre empeñarse en comprender un poco mejor. Diana Cohen Agrest logra, en este libro, que esa insistencia solicitada por Schopenhauer resulte ser una invitación plenamente persuasiva.
Santiago Kovadloff