Seguramente fue verdad, porque los enamorados quisieron empezar una vida en común enseguida. Pero los dos estaban ya casados y, por mucho que él fuera conde, su unión sería difícil de aceptar, sobre todo, por la abuela de todas las abuelas: Ermesenda.
El retablo representa el amor entre Ramón Berenguer i Almodis.
Algunos creen que el conde raptó a la mujer para llevarla a Barcelona, otros dicen que se trataba de un plan pensado entre los dos para huir juntos. Sea como fuere, a pesar de su amor confeso, la pareja no lo tuvo nada fácil para sacar adelante la relación. Ante el pecado que los amantes estaban cometiendo a ojos de Dios (o quizás buscando nuevamente abrazar el poder, quién sabe), Ermesenda pidió la excomunión papal para el nieto y su nueva mujer. Pero la pareja no estaba dispuesta a ceder y la abuela, comprendiendo que la pelea podría llegar a comprometer el futuro de la Casa de Barcelona, acabó jurando fidelidad al matrimonio y se retiró a Osona donde moriría en sus posesiones de Sant Quirze de Besora con ochenta y tres años.