Ellos decían, “Tú no lo entiendes. Un político no debe llegar a tiempo. Eso significa que no es un pez gordo, sino simple fritura.”
No soy un político. Nunca he sido ni un pez grande, ni uno pequeño. Solo soy un ser humano, nada más, ni nada menos. Estaba siendo quisquilloso sobre llegar a la hora. De modo que el marido estaba preocupado, y la mujer se asomó a la ventana y dijo, “¡Para de tocar el claxon! Te he dicho mil veces que iré en un minuto.” Miré al marido y dije, “¡Esto sí es que es algo, ‘mil veces’ e ‘iré en un minuto’! ¿De dónde saca el tiempo para decirlo mil veces en un minuto?” Pero, se trata de un juego de poder. La esposa quiere que se sepa que ella es la jefa. Puede seguir apretando el claxon, pero si la jefa no baja el coche no se mueve.
Tengo una buena conexión con las mujeres, así que con quien quiera que estuviera, pronto me hacía íntimo de sus madres, de sus esposas, hermanas. Y les preguntaba, “¿Qué pasa? Todos los días sucede igual; el pobre hombre toca y toca el claxon.” Y ellas decían, “No ocurre nada. No estamos ocupadas, pero él sigue llegando tarde a casa cada día y no presta atención a lo que le decimos. Así que cuando tenemos una oportunidad… Es un simple toma y daca.”
Todas las personas a tu alrededor han sido ayudadas, ayudadas enormemente, a ser lo que son. Te han ayudado; ahora quieres ayudar también a tus hijos.
Lo único que puedes hacer es ser amoroso, nutrirlos, ser cálido, aceptarlos. El niño trae consigo un potencial desconocido, y no hay forma de saber lo que va a ser. De modo que no puede sugerirse ningún procedimiento. “De esta forma deberías ayudar al niño.” Y cada niño es único, así que no puede haber una disciplina general para todos los niños.
Personas como la Srta. Judith Martin [1] están sugiriendo medidas para todos los niños, como si los niños fueran producidos en la línea de montaje de una fábrica. No hay dos niños iguales. ¿Cómo puedes sugerir, cómo puedes tener el descaro de sugerir un programa generalizado, que esto es lo que se debe hacer? Sin embargo, la Srta. Judith Martin… no sé cuántas veces se ha convertido en “señorita”, creo con certeza que una docena de veces, porque no hay marido que pueda soportarla; o se tiene que escapar o se suicida, pero algo tendrá que hacer para convertirla en señorita de nuevo. Y ahora ella ya debe ser muy mayor.
Quizás, al final, cuando se haga famosa y la autoridad más conocida en educación infantil, nadie se atreverá a casarse con ella, porque una mujer como ésta, que no tiene compasión al