Las putas cojen mejor porque cojen sin miedo. Yo cojo con vergüenza, con dolor. Y me duele porque no me mojo, porque cuando me tocan no me caliento. Porque cuando me hablan al oído y escucho la voz de un hombre no se me mueve ni un pelo. Me excita verlos, me excitan sus manos, pero no soporto el tacto. Con solo imaginar el roce, mi piel se vuelve áspera y mis pelos se erizan, al igual que mis tetas. Disfruto cada vez que ellos cierran sus ojos, cada vez que los siento acabar adentro mío. Pero no puedo dejar de oír, no puedo descansar la vista, no puedo dejar de fruncir el culo. Pocas veces en mi vida gocé y eso se nota. Se nota en mi mirada, se nota en mi andar, se nota en mi voz. ¿A quién quiero engañar? Siento culpa. Culpa por despertar y no ser la víctima que todos esperan. Culpa por elegir cojer después de que me cojieran. Culpa por querer mojarme, por desear muchos hombres, por querer acabar cada día, por sonreírles en vez de sentir desprecio. Culpa por querer que acabe el dolor. Por querer acabarle al dolor. Por querer acabar. Con esto.