Con la precisión morbosa de un anatomista, Luis Panini husmea entre los fragmentos de lo cotidiano. Cada disección es la pieza de un organismo que se amplifica y deforma, como bajo el lente de un microscopio que nos repugna y a la vez nos fascina. «Función de repulsa» dispone, sobre sus escenarios, un montaje de piezas narrativas que dialogan, reescriben y manipulan fotografías, vídeos, imágenes, objetos, junto con las obsesiones y pequeñas catástrofes de nuestras sociedades.
Un señor con un tumor en el cerebro mira su nuevo sombrero en el espejo de una tienda, una bebé es devorada por hormigas, un hombre voltea un urinario, otro transforma yeso en mierda de artista, refinados gastrónomos ofrecen animales en vía de extinción… Cada microcosmo, cada fragmento aparece ante nosotros en un equilibro inestable entre el detalle imperceptible y la exageración hiperbólica. Nos observamos, así, con sorpresa, en los espejos de las fantasmagorías, los fetichismos, el poder de la casualidad y de la crueldad, el horror, el cinismo, la humanidad precaria de estos textos escritos de manera impecable por Luis Panini, quien se confirma como uno de los escritores más interesantes de la literatura mexicana actual