Se me acercó una afgana joven con un crío en los brazos, quiso decir algo —en diez años todos han aprendido a hablar algo de ruso—, le di el juguete al crío, este lo sujetó con los dientes. «¿Por qué con los dientes?», me sorprendí. La afgana retiró la manta del pequeño cuerpecito: el niño no tenía brazos. «Tus rusos nos bombardearon». Alguien me sujetó, yo me desmoronaba…