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AA. VV.

Bang, bang, estás muerto I

  • Victor Avilés Velazquezцитирует5 месяцев назад
    No ignorarás, Ray, que una mujer puede darnos la gloria y el infierno al mismo tiempo, pero siempre destrozándonos la calma y el porvenir.
  • Victor Avilés Velazquezцитирует5 месяцев назад
    Sexo, violencia y whisky, rubias explosivas y tipos siempre a punto de explotar. Las calificaciones morales de los asesores eran pura coartada, no tardaríamos mucho en darnos cuenta. Nada de sexo explícito, tan sólo insinuaciones, veladuras y elipsis. La rubia del club que encandilaba, casi siempre con segundas e inconfesables intenciones al honesto detective, hacía strip-tease (también aprendíamos inglés) pero la censura, especialmente férrea con la literatura infantil y juvenil, no permitía una descripción pormenorizada del show. La anatomía femenina era sugerente, las ropas podían ceñirse al busto, resaltar la pujanza de unas caderas o desvelar fugazmente unas piernas de vértigo, la palabra «muslos» estaba tácita­mente prohibida como la mención a las piezas de ropa interior, nada de bragas ni de sostenes o sujetadores, solo «negligés» o «desha­billés» para que aprendiéramos algo de francés. Las descripciones de la anatomía masculina eran más detalladas, mandíbulas partidas, dientes saltados, ojos morados, narices sangrantes, hígados machacados, golpes en la nuca con el canto de la mano y «bajos vientres» tumefactos por un patadón traicionero, pechos agujereados, sesos desparramados y puñaladas en el corazón. La censura era especialmente comprensiva con la violencia física y la brutalidad ilimitada.
  • Victor Avilés Velazquezцитирует5 месяцев назад
    Silver Kane, Keith Luger, Donald Curtis, Clark Carrados, nuestros autores de quiosco favoritos, nunca faltaban a sus citas, escribían como galeotes, cobraban como peones y exprimían sus meninges para sacar todo el jugo posible de sus cerebros mercenarios y llevar a sus lectores de vacaciones a países, ciudades, escenarios que muchos de ellos no visitarían nunca, por razones económicas, por razones políticas, por una mezcla de ambas cosas. Sus lectores desconocíamos sus biografías y circunstancias personales, para la mayor parte de nosotros fueron durante un tiempo la esencia del cosmopolitismo, eran escritores genuinamente norteamericanos que al volante de un Buick recorrían las calles de Nueva York y las avenidas de Los Ángeles, los callejones de Chicago, los muelles de San Francisco y los garitos de Nueva Orleans, con un cigarrillo en la mano izquierda, un revólver en la guantera y una petaca de whisky en el bolsillo de la chaqueta. Años después cambiaríamos nuestra novelesca visión para verlos entre humo de cigarrillos y vino barato, aporreando una renqueante máquina de escribir en el cuarto de una pensión frente a un plano de la Gran Manzana y bullendo en sus cabezas imágenes del cine negro y escenarios hollados por los clásicos americanos del género. Titanes encadenados que liberaban su imaginación para liberarnos a nosotros de la rígida y plúmbea cotidianidad de un país entre paréntesis y entre corchetes.

    Moncho Alpuente
  • Victor Avilés Velazquezцитирует5 месяцев назад
    Sus héroes nunca perseguían la fama o el dinero, o por lo menos éstas no eran sus prioridades, como sus autores, trabajaban por encargo y sus honorarios apenas les alcanzaban para pagar las facturas de dentistas y traumatólogos, los whiskies, la munición y la gasolina. Tipos duros pero enamoradizos, leales con sus amigos e implacables con los maleantes. Muchos eran perdedores natos y cada golpe de suerte iba precedido por otra clase de golpes menos afortunados en sus propias carnes. Justicieros siempre, a veces actuaban por venganza, nunca por interés. Desclasados y marginales luchaban contra la corrupción y eran incorruptibles.
  • Victor Avilés Velazquezцитирует5 месяцев назад
    Los autores eran conscientes de no estar escribiendo para la posteridad ni la fama, hábiles artesanos cuyas obras no estaban destinadas a los anaqueles de las bibliotecas sino a los avatares del trueque y a las resmas de papel usado, objetos desechables y perecederos que sólo han sobrevivido en manos de nostálgicos coleccionistas o en las trastiendas de las librerías de viejo.
  • Victor Avilés Velazquezцитирует5 месяцев назад
    Los argumentos de estas novelas mercenarias y rígidamente pautadas estaban marcados por las imposiciones editoriales. Había que darle al público, un público amplio con poca formación y escaso tiempo para la lectura, lo que demandaba, sin excesivas complicaciones ni alardes literarios. El cine negro y la novela negra o detectivesca made in USA eran el caudal del que bebían unos autores que en otras circunstancias y latitudes hubieran funcionado como eficaces guionistas de filmes y sobre todo de telefilmes. El lenguaje cinematográfico, conciso y plástico se imponía en sus libros, el formato de pocas páginas y la urgencia de las entregas semanales forjaron una forma de hacer muy característica, un estilo desmañado pero eficaz, plástico y conciso. Las mejores novelas del género se leen y se ven, tienen atmósfera propia, personajes y ambientes característicos y a veces intercambiables.
  • Victor Avilés Velazquezцитирует5 месяцев назад
    Empezaron los años de la Guerra Fría y de la caza de brujas de McCarthy y en la España de Franco proliferaron las editoriales que producían en serie novelas populares de bolsillo, novelas del cada vez más cercano Far West y colecciones de novelas policiacas de quiosco con títulos tan explícitos como FBI o CIA. «Se aseguraba –apunta Luis Conde– que algu­nos (editores y autores) recibían información privilegiada.»
  • Victor Avilés Velazquezцитирует5 месяцев назад
    Fueron casi cuarenta años de estado de excepción, la posguerra más larga y enconada que vivieron los tiempos como recordaba el periodista, escritor e historiador anarquista, Eduardo de Guzmán, Edward Goodman o Eddie Thorny en el lumpen proletariado intelectual de la novela de quiosco, un purgatorio en el que nada se llamaba por su nombre y en el que se vieron confinados durante décadas escritores excarcelados a los que se prohibía expresamente firmar con los datos que figuraban en su carnet de identidad. «Mientras el Caudillo viva usted no publicará nada en España», le dijeron los censores a Francisco González Ledesma, tras prohibirle por «rojo y pornógrafo» la publicación de una novela premiada por un jurado internacional en el que figuraba Somerset Maugham. Se lo advirtieron y lo cumplieron y el autor llegó a publicar, para garantizar su supervivencia, más de 500 novelas de quiosco con el alias de Silver Kane.
  • Victor Avilés Velazquezцитирует5 месяцев назад
    La autora más fértil en el policial fue Victoria Rodoreda Sayol, (Vic Logan), que incursionó en todos los géneros y utilizó más de cuarenta pseudónimos. Pero también están Clotilde Méndez Simón (Clo Mensi), María de las Nieves Grajales (Helen Foster y Glen Wyman), María Dolores Rey (Dolang Reymont) o María Fernanda Cano (Mary Francis Colt), quizás la más importante, cuyos libros se codearon con traducciones del inglés en editoriales como Aguilar, Cid o Tesoro. Dos de las más destacadas en el bolsilibro fueron las hermanas Rosa y Teresa Núñez González, conocidas en el quiosco como Ros M. Talbot, Martin Talbott o Paul Lattimer, ambas habituales de Rollán.
  • Victor Avilés Velazquezцитирует5 месяцев назад
    Teresa me recordaba sus tiempos de forzada de la pluma, cuando hace unos años la visité en su casa de Madrid: «Levantarse por la mañana, sabiendo que te esperaban ochenta folios en blanco, no era muy estimulante».

    Rosa nos aludió a la inevitable y omnipresente censura: «En una novela, la censura se me cargó dieciocho páginas. Se trataba de una historia en la que un padre y un hijo se enamoran de la misma mujer. Eso no podía ser. Tuve que cambiarla de arriba abajo».

    Manuel Blanco Chivite
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