«Al entrar en el puerto de Nueva York a bordo de un barco que se iba deteniendo, Karl Roßmann, un joven de diecisiete años al que sus padres pobres habían enviado a América por tener un hijo con una criada que lo había seducido, creyó ver la Estatua de la diosa Libertad, que divisaba desde hacía un buen rato, como si estuviera dentro de un rayo de sol que fulgurara de repente.» Así comienza El fogonero, que se publicó como libro independiente en 1913 y terminó siendo el primer capítulo de El desaparecido, la inacabada novela de Kafka.
Este relato, magníficamente ilustrado por Max, contiene elementos característicos de la narrativa del autor checo: todos estamos en manos de un destino que no controlamos. El joven Roßmann defenderá con vehemencia al fogonero porque considera que ha sido tratado injustamente, y de su viaje por el interior del barco, que se puede ver como un encuentro con las estructuras del poder, saldrá airoso gracias a un inesperado suceso…