—¿Y tú? ¿Vas a quedarte mucho rato?
Me bajé de mi asiento.
—No. Le llevaré el agua a Scott y haré que se refresque la boca, si puedo, y luego me iré.
Me agarró del codo.
—No me disparas, pero vas a aliviarle la resaca a Scott.
—Scott no me ha roto el corazón.