Esquines puso sus enormes dotes de orador al servicio de la idea de alcanzar un acuerdo con Macedonia a fin de alcanzar la paz, y por ello se enfrentó enconadamente al antimacedonio Demóstenes, el gran orador ático.
Esquines (Atenas, c. 360 — Rodas, c. 322 a.C.) fue, en el campo de la oratoria, el gran rival de Demóstenes. Su fama se basa en los tres únicos discursos que de él hemos conservado: “Contra Timarco”, en el que reclama una ley que prohíba dirigirse a la asamblea ateniense a los ciudadanos disolutos; “Acerca de la embajada fraudulenta”, en el que Esquines se defiende de la acusación hecha contra él por Demóstenes, en un discurso homónimo, de haber pactado una paz perjudicial con Macedonia; y “Contra Ctesifonte”, donde impugna una propuesta de otorgar una corona de oro a Demóstenes en reconocimiento a su labor, y deplora los efectos que la actividad de éste ha tenido para Atenas. De los dos últimos discursos conservamos también los enfrentados de Demóstenes (publicados en esta misma colección).
La comprensión cabal tanto de los escritos de Esquines como de la enconada animadversión entre éste y Demóstenes requiere el contexto histórico. En el siglo IV a.C., la amenaza de Filipo II de Macedonia se cernía sobre toda Grecia, y no tardaron en formarse un partido favorable y otro adverso al rey macedonio. El conflicto llegó al ágora ateniense, donde ambos ardorosos oradores se enfrentaron dialécticamente: Demóstenes, al frente del partido antimacedónico, y Esquines, partidario de llegar a un acuerdo con Filipo. Aunque la tradición posterior se inclinó a favor de Demóstenes, pues lo veía como una especie de héroe nacionalista, la crítica actual tiende a ser más objetiva y a poner a Esquines en el lugar que le corresponde dentro de las letras griegas.