Tierra del Fuego, 1902. En el asilo salesiano una niña india delira, abrasada por la fiebre, rodeada por un círculo de viejos; en la celda vecina, su hermano el niño lobo atisba en un destello el horror de la historia. La Pampa, 1878. Una muchacha criolla perseguida por un cacique trastoca de pronto las reglas, inventando un juego íntimo e hipnótico que amalgama poder y esclavitud. Buenos Aires, 1887. Pequeño-Pie-de-Piedra, el último príncipe araucano, empieza a buscar la santidad: mata lentamente al indio que hay en sí y priva de futuro a todo un pueblo. La Plata, 1982. Las imágenes de un viejo daguerrotipo militar cobran vida para narrar una historia de celos y venganza en el toldo de las indias. Tierra del Fuego, 1905. En el confín austral, la isla del fuego y de las grandes tormentas cobija dos tribus enemigas que reivindican para sí el mismo nombre: Los que llegamos más lejos, como quien nombra a la vez el silencio y la poesía. El resultado de Los que llegamos más lejos es un tejido cautivante de relatos -algunos casi nouvelles, otros breves como un aforismo-, un cantar de gesta cuya verdadera protagonista es la felicidad, la libertad de imaginar.