La obra de Ortiz traza una línea divisoria entre el fin del imperio de Maximiliano y Carlota en México y su influencia en la sociedad. No obstante, reconoce esa pequeña brecha que marca el origen de un pensamiento propiamente mexicano, el cual desarrolla maneras específicas de concebir la gastronomía, la indumentaria; creencias y modos; jergas, expresiones, y, por supuesto, el entretenimiento y sus vicios. A partir de imágenes de la ciudad y el país, el autor versa sobre la cotidianidad de la época y hace uso de otras voces para complementar sus relatos.