¿Se puede robar la Venus de Milo que se supone protegida y con un peso que ronda la tonelada? ¿Y los diamantes de la sala Apolo? ¿Es la Gioconda expuesta en el Museo del Louvre la que pintó Leonardo da Vinci o una excelente copia? ¿Se pueden hacer falsificaciones de moneda perfectas?
A Paul Renard, comandante de la Policía Nacional en París, cuyo mayor deseo es llevar una vida tranquila, le «caen», sin que él lo pretenda, estos casos, además del robo de cuadros de Van Gogh del Museo D'Orsay por parte de la mafia rusa.
Nunca ha aspirado a sobresalir en nada, más bien a que se olviden de él y lo dejen en paz, sin embargo, ejerce su labor de forma eficaz, a veces un poco a regañadientes, pero sin que nunca se le haya visto escurrir el bulto.
Se podría decir que vivía a gusto con su vida de policía detective, sin brillo, pero sosegada, hasta que todo cambió con una llamada telefónica informando del posible robo de los principales diamantes del Museo del Louvre. A partir de ese momento se ve envuelto en una sucesión de casos de los que llaman la atención de todo el mundo.
A pesar de los métodos, no siempre ortodoxos de Renard y, hay que reconocerlo, con un poco de suerte, todos terminaron bien, o más o menos bien.
Paralelamente, comienza la relación con una de sus compañeras habituales de trabajo, la teniente Margot, que se va consolidando a lo largo de la resolución de los casos.