A Ti, Señor glorioso, Padre que en el cielo estás: hiciste el cielo y la tierra, al tercero día el mar, luna y estrellas hiciste y el sol para calentar, en Santa María madre fuiste Tú carne a tomar y en Belén te apareciste conforme a tu voluntad.
Pastores te glorifican, laudos te van a cantar, llegan tres reyes de Arabia que te vienen a adorar y que se llaman Melchor y Gaspar y Baltasar, oro, incienso y mirra ofrecen con toda su voluntad.
A Jonás salvaste Tú cuando se cayó en el mar,
a Daniel, de los leones también le fuiste a salvar, en Roma la salvación llevaste a San Sebastián, libraste a Santa Susana de aquel falso criminal; por nuestra tierra quisiste treinta y dos años andar enseñándonos milagros que nunca se han de olvidar, hiciste vino del agua, de la piedra hiciste pan, a Lázaro resucitas, porque así es tu voluntad: dejaste que te prendieran, luego te dejas llevar al Gólgota y en la cruz te dejas crucificar; de tu cruz a cada lado sendos ladrones están;
entra el uno en paraíso, pero el otro no entrará; desde la cruz gran milagro hiciste, Padre eternal: Longinos, el ciego aquél, que no vio la luz jamás, con su lanza en el costado te hiere y te hace sangrar, va la sangre lanza abajo, sus manos hubo de untar, alza las manos Longinos, y se las lleva a la faz, abre los ojos y a todas las parte se pone a mirar; desde entonces creyó en Ti, se salvó de todo mal.
De la tumba en que te ponen supiste resucitar, a los infiernos bajaste porque fue tu voluntad, rompes sus puertas y sacas a muchos santos de allá.
Rey de los reyes Tú eres, Padre de la humanidad, en Ti creo, a Ti te adoro con toda mi voluntad y a San pedro ahora le pido que a Ti me ayude a rogar por el Cid Campeador, que Dios le guarde de mal.
Y que si hoy nos separamos vivos nos vuelva a juntar.”