Harold —dijo, sentado en su despacho, enfrente de su sobrino—. Tu madre me ha contado que quieres casarte, y aunque normalmente no tengo nada en contra del matrimonio me parece que este no es del todo normal. Helen dice que tu prometida tiene ochenta años. Bueno, yo diría que, incluso para un lego en la materia, esa no es una relación normal. En realidad, ¡maldita sea!, es intolerable. No tengo intención de recordarte el desagradable incidente de ayer. Creo que será mejor que lo olvidemos. Sin embargo, conociendo esas inclinaciones tan peculiares que tienes, me parece lo más prudente que te quedes en casa y no incurras en ninguna actividad de interés periodístico. Este matrimonio atraería mucha atención, y, en mi opinión, Harold, no necesitas una mujer. Necesitas una enfermera