Curie estaban decididos a examinar las propiedades de este extraordinario nuevo elemento, que aparentemente emitía un flujo continuo e intenso de energía sin menguar. Pero para examinar el radio, iban a necesitar una gran cantidad de pechblenda. Solo si empezaban con cantidades industriales de este mineral serían capaces de producir radio en cantidades suficientes para determinar su peso atómico y analizarlo. Pero ¿dónde podían encontrar pechblenda suficiente? Los Curie hicieron sus averiguaciones y descubrieron una mina en San Joachimsthal, Bohemia (entonces parte del Imperio austrohúngaro, hoy en la República Checa). La mina producía plata y uranio, pero la escoria resultante de la extracción de estos minerales contenía pechblenda. La mina estaba rodeada de montones de escoria mineral con rastros ocultos de radio. A los dueños de la mina les encantó la idea de librarse de aquella porquería inútil y dársela a un par de científicos locos de Francia. Con tal de que los Curie estuvieran dispuestos a correr con los gastos del transporte, podían llevarse toda la que quisieran.
(Casualmente, esta mina volvería a desempeñar un papel significativo en la historia de la ciencia unos 40 años después. Cuando Hitler ocupó Checoslovaquia en 1938, se estableció una lista de sustancias cuya exportación quedaba prohibida. Escondido discretamente en un apartado de la lista, estaba el uranio de las minas bohemias. Cuando el científico danés Niels Bohr se enteró de ello, supo que los nazis habían iniciado en serio sus investigaciones para fabricar la bomba atómica. Advirtió a los americanos, que de inmediato emprendieron el proceso que culminaría con la fabricación de la primera bomba nuclear.)