Para controlar todo no basta con apropiarse sólo de la voluntad y de la conciencia de los individuos hay que hacerse dueño de su lenguaje. En 1984 encontramos al líder único cuya presencia es antes que nada una abstracción, la negación del individuo, la sustracción de la información: el Gran Hermano, el Big Brother. 1984 es al mismo tiempo una advertencia y un deseo: advertencia de habitar un mundo cerrado donde el Otro es impensable, y donde al mismo tiempo el individuo ha desaparecido. Pero también se trata de un deseo de que la realidad sea de otro modo, acaso más atroz, pero también menos aburrida.