que nos encontremos. Como he descrito con anterioridad, el creador de estrés es una presencia muy conocida en el campo de golf. Hay pocos juegos que puedan sacar tanto a la luz nuestros demonios interiores como el golf. Siempre me resulta gracioso ver a mujeres y hombres crecidos (y yo el primero) tomándose tan a pecho golpear una bola blanca con un extraño palo para mandarla dentro de un pequeño agujero. Pero la mayoría lo hacemos.
Hace poco estuve entrenando a Charlie, un afable ejecutivo que parecía relajado y feliz de estar en el campo de golf. Era un buen jugador. Mientras Charlie estaba delante de la bola parecía bastante relajado y equilibrado. De hecho, durante el backswing y cuando empezaba a bajar el palo mantenía la compostura. Pero conforme el palo se acercaba a golpear la bola, su expresión se transformaba en una mueca tensa que parecía casi violenta y asustada a la vez. Era como si durante unas décimas de segundo fuera una persona distinta. Me preguntaba: «¿Quién es este hombre? ¿A dónde se fue Charlie?». Luego, apenas terminaba de golpear la bola, volvía a aparecer otra vez su expresión relajada.
Le pregunté si notaba algún cambio en relación con sus labios cuando estaba haciendo el swing. Durante los próximos swings puso su atención en ese detalle. Se sintió un poco avergonzado por lo que observó, y con una sonrisa tímida me dijo que se había dado cuenta de que tenía los labios tensos.
Señalé a su rostro risueño:
—¿Qué crees que pasaría si dejaras que Charlie golpeara la bola? Este Charlie. No la persona asustada que ha estado golpeándola hasta ahora. Me gustaría saber qué pasaría.
Charlie me entendió, pero la idea parecía inquietarle.
—No sé –dijo–. Casi no me atrevo. Si este Charlie golpea la bola, me temo que será un golpe muy flojo.
No me pareció necesario preguntar por qué se había producido ese cambio. Tan solo quería que fuera más consciente y viera lo que sucedía.
—Bueno, vamos a dejar que la golpee Charlie y a ver cómo de flojo es el golpe –le sugerí.
Durante los siguientes golpes la mueca de Charlie fue poco a poco desapareciendo mientras veía sorprendido que las bolas iban más lejos y más directas que antes.
Este caso es un buen ejemplo de lo que puede ocurrir en un momento de estrés. El Yo 1, el creador de estrés, se imaginaba el instante de golpear la bola como una amenaza a su éxito. Esta imagen era suficiente para causar una reacción física y una interrupción en el fluido movimiento del swing que el Yo 2 estaba ejecutando. El único objetivo del Juego Interior es sortear al creador de estrés para que el Yo 2 pueda brillar en todo su esplendor.
La voz del creador de estrés
¿Cuál es el creador de estrés en tu vida? ¿Qué aspecto tiene? Lo que aquí estamos llamando creador de estrés también puede denominarse miedo, duda, confusión e ignorancia. Todos tenemos momentos en que somos capaces de lidiar con los factores estresantes de la vida sin desmoronarnos mientras que en otras ocasiones el estrés nos vence. La diferencia no estriba solo en el nivel de gravedad del factor, o en el grado de estabilidad que tengamos en ese momento. También depende en gran medida de lo mucho que nos dejamos influenciar por las voces del creador de estrés. ¿Puedes reconocer la voz de tu creador de estrés en lo siguiente?
El creador de estrés es un usurpador de identidad
Se expresa como si estuviera hablando con tu voz. Por ejemplo: «Qué estúpido soy… No puedo hacerlo… Soy un fracasado… Nadie me quiere… No valgo nada…». El creador de estrés emite juicios con tanta autoridad y te conoce tan bien que erróneamente aceptas sus palabras como una valoración acertada de ti mismo, cuando en realidad no te está diciendo la verdad.
FICHA DEL PACIENTE
del doctor Edd Hanzelik
USURPACIÓN DE IDENTIDAD
Cuando Ruth, una mujer de unos treinta y tantos años, vino a mi clínica por primera vez, tenía una angustia tan grande por lo infeliz que se sentía que había llegado a pensar en suicidarse. Aparentemente, Ruth tenía todos los motivos del mundo para ser feliz, pero no podía encontrar lo que estaba buscando en la vida. Se hallaba consumida por un despiadado diálogo interno dirigido por el creador de estrés.
—Yo me odio –afirmó abatida en nuestra primera consulta.
—Espera un momento –dije, cortándola en seco–. ¿Quién es yo?
—Yo soy yo –respondió con expresión perpleja.
—¿Estás segura de que eres tú? –le pregunté–. Suena como si estuviera hablando el creador de estrés. Esto podría ser usurpación de identidad. Quizá algo ha usurpado tu identidad y te habla como si fueras tú, y le estás haciendo caso.
Ruth estaba tan sorprendida e intrigada que durante unos instantes se olvidó de su infelicidad.
Ese momento de reflexión creó una oportunidad para hablar con ella sobre sus fortalezas como persona, y como un ser distinto de la voz del odio a sí misma.
La forma de estrés de Ruth es la tiranía de las ideas negativas, que pueden dominar la vida interior de una persona. Para vencer a esta tiranía es necesario investigar de dónde salen estas ideas, cuestionarse su validez y descubrir lo que los psicólogos llaman autoestima incondicional.
Sigo viendo a Ruth. Hemos examinado las vivencias de su niñez que influyeron en sus sensaciones de vacío y desprecio por sí misma. Para ella ha sido un alivio darse cuenta de que la voz del creador de estrés no es su voz, y ver que puede elegir entre creerlo y prestarle toda su atención o no hacerlo. Recientemente me dijo, sorprendida y con una sonrisa de oreja a oreja:
—Han pasado tres meses y me sigo sintiendo bien conmigo misma.
El creador de estrés crea pensamientos catastróficos
El creador de estrés tiene una tremenda habilidad para imaginarse siempre lo peor. Por ejemplo, por la mañana te estás duchando y te notas un pequeño bulto en el cuello. Al principio piensas que no es nada serio, pero el creador de estrés tiene otros planes. Inmediatamente se pone a pensar en el peor diagnóstico posible y en los tratamientos más horribles. Empiezas a luchar contra esos pensamientos, pero el creador de estrés se aprovecha de la incertidumbre de la situación para convencerte de sus miedos. Para cuando sales de la ducha, estás viviendo mentalmente los efectos de la quimioterapia.
El miedo tiene una energía propia. Puede paralizar el sentido común y el pensamiento crítico, al mismo tiempo que te arrastra a un remolino de especulaciones negativas. Por ejemplo, estás en una excursión y de repente sientes un dolor en el pie. Tu mente empieza a agitarse pensando en cuál puede ser la causa. Quizá tengas artritis, quizá sea gota. Tu imaginación te arrastra conforme crece el dolor. Le preguntas a otro excursionista si tiene algún analgésico, y te tomas un par de pastillas que no te ofrecen mucho alivio. Sigues la excursión cojeando. Tal vez sea cáncer, o algo igualmente grave. Puede que esta sea la última excursión que hagas en tu vida. Sigues dándoles vueltas a estos pensamientos y cada vez sientes más ansiedad y estás más asustado. Has estropeado por completo la excursión.
Finalmente uno de los excursionistas te dice: «Eh, ¿por qué no te quitas la bota para ver cómo tienes el pie?». Lo haces y encuentras una piedrecita alojada bajo los dedos. Te la quitas y poco a poco el dolor desaparece, lo mismo que tu miedo a una tragedia. El creador de estrés se alimenta de los miedos del pasado para crear los miedos del futuro.
FICHA DEL PACIENTE
del doctor John Horton
ENTENDIENDO EL DOLOR
Rebeca llegó a mi consulta con un dolor de espalda crónico. Llevaba meses sin poder trabajar y sin embargo no le habían dado un diagnóstico claro, a excepción de problemas discales menores que no explicaban la magnitud de su dolor. Había asistido a cursos de terapia física y acupuntura, y nada había mejorado su trastorno. Sentado en la consulta, escuchando su historia, podía ver lo asustada que se sentía.
Profundizando un poco más, me enteré de que el padre de Rebeca había sufrido de ALS, también conocida como enfermedad de Lou Gehrig. El ALS es una afección muy dolorosa y, a la larga, mortal, con un decisivo componente genético. Mientras hablábamos de su padre, empecé a darme cuenta de que a Rebeca le aterrorizaba la idea de heredar el ALS.
El miedo a lo desconocido y la incapacidad de controlar el futuro pueden ser una gran fuente de ansiedad. Le expliqué a Rebeca que su dolor constaba de tres partes. Una era física. La segunda era el miedo al ALS. Y la tercera, su ansiedad generalizada. Cuando comprendió que el miedo y la ansiedad le estaban produciendo más dolor que su pequeño problema de espalda, se sintió mucho mejor. Y su problema se resolvió por completo cuando descubrió por medio de un examen genético que no tenía el gen del ALS.
A partir de entonces, cada vez que Rebeca tenía alguna extraña sensación en la espalda o en las piernas, su sistema de estrés ya no se ponía en marcha. Está claro que esos pequeños dolores de espalda, que nunca mejoraron con terapias convencionales, no venían causados por una anomalía de la columna vertebral.
Un miedo excesivo puede ser en sí mismo una causa de estrés, sea real o no. El objetivo de alguien que sufra dolor es tener claro, tanto como le sea posible, las causas de ese dolor, física, mental y emocionalmente. Esto puede llevar cierto tiempo, pero ayuda a derrotar al miedo abrumador.
Ejercicio: tu miedo más perturbador
Sin detenerte mucho a pensar, escribe acerca de uno de los miedos que más te perturban. Intenta encontrar algo en él que suene a las exageraciones del creador de estrés.
El creador de estrés produce negatividad
El creador de estrés tiene aptitudes artísticas para hacer melodramas al estilo de Hollywood. A partir de un simple pensamiento como: «A esa persona no le caigo bien», es capaz de desatar una cascada de emociones negativas, entre las que se encuentran la confusión, la tristeza, la desesperación, la ira y el miedo. Una vez que le hemos permitido convencernos de algo negativo, puede parecernos muy real.
Hay una historia india sobre un granjero a quien se le muere la mula y decide preguntarle a un vecino si puede prestarle la suya para arar el campo. Mientras camina hacia la casa del vecino, empieza a imaginarse todas las críticas que este le va a hacer: «¿Cómo es que no puedes cuidar ni a tu propia mula? Ya podías haber tenido más cuidado. No quiero que uses mi mula. No me fío de que la trates como se merece». Cuando por fin llega a la casa del vecino, está tan alterado esperándose una respuesta negativa que en cuanto este le abre la puerta, le empuja y grita: «¡Puedes quedarte con tu mula, imbécil!». Este es el creador de estrés en acción.
FICHA DEL PACIENTE
del doctor Edd Hanzelik
ENTENDIENDO UN ANTIGUO TRAUMA
Meredith, una paciente de unos sesenta y pocos años, padecía una sensación abrasadora que le atravesaba todo el cuerpo. Era especialmente intensa por las noches, y no le dejaba dormir. Al principio los médicos pensaron que esos síntomas tenían que ver con la menopausia y la sometieron a un tratamiento con una dosis elevada de hormonas, lo cual solo sirvió para empeorar las cosas. También tenía otros síntomas, entre ellos problemas digestivos, fatiga, ausencia de libido, depresión y ataques de pánico. Para cuando vino a verme, estaba desesperada por encontrar una solución.
Le hice a Meredith un examen exhaustivo, y hablamos sobre su vida. Tenía una historia muy interesante. A los doce años iba en el asiento trasero de un coche cruzando el puente de Brooklyn cuando oyó a su madre gritar: «¡Cuidado!». En un abrir y cerrar de ojos se encontraron en medio de un terrible accidente de tráfico con sangre por todas partes. La madre de Meredith murió.
Ella nunca había explorado en profundidad sus sentimientos sobre este traumático incidente, e incluso al hablarme de ello casi cincuenta años más tarde, no pudo evitar que los ojos se le llenasen de lágrimas. Podía ver que sufría probablemente de estrés postraumático debido a aquella experiencia. Su sistema de estrés se había activado al máximo en el momento del accidente y nunca se había desactivado del todo desde entonces.
Tras excluir la posibilidad de otras enfermedades, le expliqué a Meredith que era probable que su sistema de estrés estuviera excesivamente estimulado y que llevara así bastante tiempo. Como no sabía que sus síntomas provenían de ese trauma de la niñez, había estado a merced de los exagerados miedos y sugestiones negativas del creador de estrés.
Al principio fue difícil prescribir un tratamiento, porque la primera voz que respondía desde el interior de Meredith era la del creador de estrés, con sus dudas, preocupaciones y miedos. Sin embargo, conforme empezamos a centrarnos en la sanación del trauma emocional y físico del pasado, Meredith logró poner algo de distancia entre ella y el creador de estrés, y sus síntomas físicos empezaron a mejorar.
En la consulta podemos ver que muchos síntomas crónicos y debilitantes comienzan a desaparecer en cuanto las personas son conscientes de que fueron creados por antiguos traumas. La interpretación errónea de los síntomas por parte del creador de estrés puede producir mucha ansiedad. Es emocionante ver cómo van mejorando los síntomas cuando el entendimiento reemplaza al miedo.
El creador de estrés es un maestro del autoataque
El autoataque es la gran baza con la que cuenta el creador de estrés. Se cuestiona todo lo que haces, insiste en lo incompetente que eres, se ríe de tus anhelos, te juzga sin piedad y todo lo hace de tal manera que logra convencerte de que te está diciendo la verdad.
El creador de estrés puede mantenerte siempre en vilo con un coro incesante de «podías» o «deberías», «haz» y «no hagas»: «Deberías haber hecho esto», «Podías haber hecho eso»… A veces insiste e insiste una y otra vez para que hagas algo. Cuando finalmente lo haces, se da media vuelta y te espeta: «¿Por qué has hecho eso?». Parece que nunca está satisfecho contigo. Por decirlo de una manera suave, mina tu confianza en ti mismo.
El creador de estrés llega en muchas ocasiones a ser despiadado. Un amigo mío muy sabio me dijo un día:
—Cuando las personas empiezan a juzgarse a sí mismas, hasta el diablo podría ser más bondadoso.
Una de las formas del autoataque es el reproche. Lo siguiente es un poema, «El juego triste», que el doctor Horton lee a algunos de sus pacientes que permanecen estancados en el reproche. Su autor es Hafiz, un poeta persa del siglo XIV:
El reproche hace que el juego triste continúe y siga robándote toda tu riqueza: y entregándosela a un idiota que no entiende de dinero. Amado mío, despierta.
FICHA DEL PACIENTE
del doctor Edd Hanzelik
DESOYENDO LAS VOCES NEGATIVAS
Mi paciente, Raquel, tenía un problema de obesidad y estaba bastante estresada. Se reprochaba constantemente el hecho de haber engordado tanto. Empezamos a hablar de su relación consigo misma. Le pedí que pensara en lo que le gustaba de sí misma, y se enfocara en ello. Le sugerí que cada vez que se diera cuenta de que su mente había comenzado a atacarle, pasara por alto esa voz y no le prestara atención.
Esta era una idea nueva para Raquel. Me preguntó:
—¿Me estás diciendo que aunque no pueda detener el pensamiento negativo sí puedo dejarlo a un lado?
—Sí –le respondí–. No puedes detenerlo con facilidad porque se produce continuamente, pero date cuenta de lo que en realidad es. Puedes elegir si te lo crees o no.
Le expliqué la naturaleza del creador de estrés y cómo solemos tenerle un respeto exagerado. Sabe cómo hablarnos de una manera extremadamente convincente. Sin embargo, podemos retroceder un paso y preguntarnos: «¿Estoy de acuerdo con lo que me dice? ¿Será positivo para mí hacerle caso?». Por regla general los autoataques nunca nos ayudan. Podemos examinar nuestro comportamiento con amor y aprender de él. Siempre estamos creciendo y evolucionando, pero la crítica y el autoataque son contraproducentes.
El creador de estrés crea falsas expectativas
El creador de estrés toma cualquier concepto equivocado (por ejemplo: «La felicidad consiste en casarse, tener dos hijos, comprar una casa y tener un buen trabajo») e insiste en que la vida tiene que ser así. Por ello nos puede causar angustia y desesperación, si no llegamos a cumplir con estas expectativas. Te dirá que no puedes ser atractiva a menos que pierdas peso, que no tendrás éxito hasta que llegues a alcanzar cierto nivel en tu empresa, que no eres digno de admiración hasta que vivas en una gran casa y tengas un coche que llame la atención.
Un estudio realizado recientemente en Orange County, California, un área con un nivel de vida muy alto, demostró que los residentes presentaban un elevado porcentaje de depresión. Al investigar las causas, los autores del estudio descubrieron que muchos de los que disfrutaban de un nivel considerable de riqueza se comparaban continuamente con otros y no se permitían a sí mismos sentirse satisfechos porque siempre había quien tenía más que ellos. Un vecino había comprado un coche estupendo, y otro se había ido de vacaciones en un largo crucero, y otro había remodelado su casa de arriba abajo… Los investigadores concluyeron que el estrés causado por esta frustración crónica bastaba para explicar la elevada incidencia de depresión dentro de esa comunidad.
El creador de estrés está lleno de ideas preconcebidas sobre cómo debes ser. Te recuerda constantemente lo que tienes y lo que no, y resalta la manera tan injusta en que te tratan los demás. A algunas personas está siempre recordándoles que su dignidad ha sido pisoteada.
FICHA DEL PACIENTE
del doctor John Horton
ECHÁNDOLE SAL A LA HERIDA
Marco estaba retirado, rondaba los sesenta y cinco años y vivía una vida plena. Pasaba el tiempo relajándose, jugando al tenis y disfrutando de los frutos de su labor. Se conservaba en muy buena forma y tenía un carácter ligeramente narcisista, muy pendiente de sí mismo y orgulloso de su virilidad y su salud.
Los japoneses dicen que si una persona nunca se pone enferma hay que tener cuidado porque cuando finalmente lo haga no podrá aguantarlo. Esto describe exactamente lo que le sucedió a Marco.
Comenzó a sufrir un pequeño problema de próstata, nada raro en un hombre de su edad. No era un asunto grave pero hacía falta cirugía menor para solucionarlo. Marco se sentía muy molesto con la perspectiva de la operación. La consideraba un insulto a su dignidad, ya que contradecía a la imagen de salud y fortaleza que tenía de sí mismo. Se sentía profundamente ofendido de que algo así le sucediera a él, un ejemplar perfecto de la raza humana. Sin embargo, consintió en pasar por el quirófano porque no tenía más elección.
La operación de Marco fue un éxito. Su hijo y su nuera estuvieron a su lado, y también yo. Me sorprendió ver que a pesar de que la intervención había salido bien, se sentía bastante mal anímicamente. Estaba gruñón, irritable, muy resentido, y constantemente insultaba a su familia y a las enfermeras. Todo el mundo movía la cabeza de un lado a otro, preguntándose: «¿Qué le pasa a este hombre? La operación ha salido estupendamente».
Marco contrajo una infección en el hospital, con lo cual todavía se enfadó más. ¿Cómo podía él contraer una infección? No era capaz de aceptarlo. Ahora estaba furioso, y a pesar de todos nuestros esfuerzos no logró calmarse y terminó sufriendo una insuficiencia renal.
Tanto para la familia de Marco como para el personal médico estaba muy claro que a su proceso de curación le estaba afectando seriamente la actitud de su ego herido y el estrés que esto le producía. Esta historia tiene un final trágico: su enfermedad continuó agravándose y murió. Aprendí una lección muy valiosa: si dejamos que el creador de estrés tome las riendas, puede llegar a sabotear incluso a la mejor atención médica. Ahora, antes de que los pacientes entren en el quirófano dedico un tiempo a prepararlos para que no se aferren tanto a esa imagen que tienen de sí mismos y se adapten a la realidad de sus circunstancias.
Recuperando el control de tu vida
Llevo trabajando por mi cuenta muchos años. Eso no ha impedido que algunas veces me sienta nervioso y molesto con mi trabajo. Recuerdo un día en particular en el que me desperté y la primera sensación de la que fui consciente fue la ansiedad que tenía. En ese momento intuí que estaba dejando que el creador de estrés llevara las riendas. De manera que decidí tener una pequeña charla conmigo mismo para ver qué había detrás de toda esa ansiedad.
—¿Qué te pasa? ¿Por qué estás tan ansioso?
—¡Sé lo que va a ocurrir hoy! Me vas a echar encima una lista grandísima de cosas por hacer, muchas más de las que soy capaz de llevar a cabo. Y vas a querer que las haga mucho mejor y en mucho menos tiempo de lo que realmente puedo. Y luego la vas a tomar conmigo cuando no logre terminarlo todo y cuando no lo haga a la perfección.
Comprendí que había estado permitiendo que el creador de estrés, o más bien su parte de capataz, se encargase de organizar mi vida laboral. Entender que esta era la causa de mi estrés me hizo ver de una forma más realista qué era lo que podía conseguir durante un día de trabajo. El primer paso fue asegurarme de que mi vida estaba en mis manos, no en las de un capataz exigente.
Básicamente fue una negociación. Me dije a mí mismo: «Mira, tengo mis necesidades, cosas que he de conseguir hacer hoy para ganarme el pan, pero no voy a dejar que la faceta de capataz del creador de estrés te agobie exigiéndote más de lo que puedes dar de ti. A partir de ahora vas a trabajar conmigo». Lo que estaba haciendo era construir un escudo protector porque sabía que una vez que el creador de estrés consiguiera que le hiciera caso, podría convertirse fácilmente en mi jefe interior y mantenerme estresado el día entero. La decisión me correspondía a mí, tenía todo el poder para elegir.
En nuestros seminarios sobre el estrés preguntamos a los participantes qué hacen para liberarse del creador de estrés. La clase se llena de excitación a medida que la gente va compartiendo sus secretos favoritos para mantenerlo a raya.
—Le grito: «¡Stop! ¡No te voy a hacer caso!» –dice uno.
Otro le habla en silencio:
—¡Lo siento! ¡Aquí no te queremos! No tengo tiempo para ti.
Una tercera persona piensa en lo que sucedería si ese mismo día chocase contra un camión. La posibilidad de que su vida llegara a su fin pone en perspectiva los comentarios del creador de estrés. Y otro simplemente lo ignora y pone toda su atención en otra cosa.
Un amigo se me acercó y me preguntó:
—¿Tú sabes lo que es la preocupación?
—No. Dime.
—La preocupación es un impostor que finge ser útil.
Pensé que era una definición muy apropiada.
El creador de estrés suele aparecer con más fuerza cuando nos enfrentamos a lo desconocido o en situaciones ambiguas donde algo podría ser de una manera o de otra, y quiere que automáticamente te pongas en lo peor. La estrategia alternativa del Yo 2 es explorar, descubrir la verdad del asunto basándote en hechos y sopesándola con tus compromisos vitales.
Lo mismo que el mago de El mago de Oz, el creador de estrés parece mucho más poderoso de lo que realmente es. Puedes considerarlo grande y terrorífico cuando lo tienes delante, pero una vez que pasas detrás de su pantalla, descubres lo insignificante que es en realidad.
La clave consiste en reconocer la voz del creador de estrés y darte cuenta de lo que es. El primer paso es decir: «Ese que está hablando no soy yo, quien soy yo es el que escucha». De esa manera puedes elegir cualquier forma de darle de lado en lugar de dejarte convencer por él. Cada vez que haces esto das un gran paso adelante para ganarle al creador de estrés con tu propia sabiduría.
Cuanto más aprendas a diferenciar su voz de la tuya, más natural y equilibrado te sentirás, incluso ante los factores estresantes que te acosen, y mayor acceso tendrás a tu propia sabiduría. Usar las herramientas del Juego Interior puede que no haga desaparecer la voz del creador de estrés, pero tu resistencia a ella se desarrollará como un músculo y tu sabiduría tendrá una oportunidad de crecer.
Ejercicio: sortea a tu creador de estrés
Vuelve a leer lo que escribiste acerca de tu miedo más perturbador y trata de reducir el tamaño del creador de estrés. ¿Hasta qué punto lo que temes es real y hasta qué punto es ficticio?