Antes de transcribirlos en las hojas de fino papel, Kafka había anotado los aforismos de Zürau en un cuaderno en cuarto, en el que figuran además otros fragmentos, a veces de características semejantes y no menos incisivos. La numeración sigue, casi sin excepción, el orden en que los aforismos aparecen en el cuaderno. Por eso es imposible atribuir a la secuencia una articulación razonada, como por ejemplo en el Tractatus de Wittgenstein.