¿UTILIDAD SOCIAL O EXIGENCIA VITAL?
A lo largo de los últimos treinta años, lo que estuvo en el corazón de la mayoría de las preguntas sobre la lectura fue la rentabilidad escolar: el hecho de que los alumnos de sectores acomodados lean más libros que los otros ¿contribuye a su éxito? ¿Es propicia esta actividad para un mejor desempeño en la adquisición de la lengua, de la ortografía, de la sintaxis? ¿Estimula competencias específicas? Esto sería demostrado especialmente por las evaluaciones internacionales del Programa Internacional de Evaluación de los Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés) —aun cuando algunos sean buenos alumnos sin ser lectores, o a la inversa—. En el año 2000, los resultados habían subrayado que el “rendimiento escolar” en lectura y escritura estaba directamente relacionado con el gusto por la lectura. Los de 2009 van en el mismo sentido: esta práctica sería una inversión para el éxito escolar. En el comienzo de la primaria, importaría el hecho de que los padres lean en voz alta: los niños a quienes los padres leen varias veces por semana obtuvieron resultados superiores a los de aquellos cuyos padres no les leen nunca o rara vez. En la secundaria, cuanto más disfrutan leyendo los adolescentes —en papel o en línea—, mejores son en la comprensión escrita. Según Éric Charbonnier, la lectura “rompería” un poco los determinismos sociales: los jóvenes de sectores populares que dedican mucho tiempo a esta actividad obtienen en promedio mejores notas que los de sectores más acomodados pero que se interesan poco por la lengua escrita. Advirtámoslo, aquellos que “leen libros de ficción por placer”, aquellos que diversifican sus lecturas así como aquellos que se entregan a numerosas actividades de lectura en línea serían los más competentes.6 Y si en todas partes los muchachos tienen en promedio resultados mediocres en comprensión escrita, esto se debería ante todo a su pobre interés por la lectura y la escritura y a su falta de compromiso con la literatura.7