Una novela de gran sensibilidad que nos envuelve en un mundo repleto de ilusiones y magía aun cuando el entorno es combulso y desolador.
Érase una vez un teatro de variedades que estuvo abierto en el paseo marítimo de Brighton durante los veranos de los años cincuenta. Allí actuaba Jack, el maestro de ceremonias, un oportunista experto con múltiples recursos, que cantaba, bailaba y contaba chistes malos. También estaba Ronnie, un mago capaz de crear toda clase de ilusiones. Y Evie, la encantadora ayudante a la que el mago atravesaba con espadas y partía en dos con un serrucho.
Bueno, aquí estamos es la historia de un triángulo tan aparentemente clásico como profundamente inusual que no tarda en complicarse cuando el microscopio de Swift se pone a analizar motivos, comportamientos, antecedentes biográficos, causas, consecuencias, incluso posibilidades. ¿Qué pudo pensar Ronnie cuando a los ocho años fue enviado fuera de Londres para estar a salvo de los bombardeos alemanes? ¿Quién era el misterioso jardinero de Evergrene? ¿Quién enseñó magia al maestro de Ronnie? La madre de Ronnie fregaba escaleras en el East End de Londres, su padre era un marinero errante, pero ¿quiénes eran los padres de Evie y los de Jack? ¿Qué callaba Jack cuando abandonó las variedades y pasó a ser un personaje famoso de la televisión? ¿Con quién cree estar la anciana Evie en la última página de la novela?
Entre lo que ocurrió, lo que tal vez ocurrirá y lo que pudo haber ocurrido, asistimos, en escenas breves que saltan continuamente adelante y atrás, a setenta años de la historia de tres personajes a la vez débiles y heroicos, grandiosos y mezquinos, entrañables, vulgares e imposibles de olvidar.