El poder del libro radica en su descripción de ese vacío impenetrable en el corazón de Ripley, que explica su comportamiento similar al del camaleón (o al del parásito). Solo cobra vida de verdad cuando asume la identidad de Dickie Greenleaf, sin darse nunca cuenta del todo del motivo de ello.
Es un retrato del mal mucho más escalofriante que, por ejemplo, el de Scarpia, en la ópera Tosca, que declara abiertamente que siente mayor placer en arrebatar por la fuerza lo que desea y se le niega que en aceptar lo que se le entrega libremente. Por terrible que sea eso, su conciencia de sí mismo le hace cognoscible, incluso predecible. En cambio, el autoengaño de Ripley le hace completamente impredecible y, por tanto, mucho más aterrador.