Durante el siglo XIX el alma romántica, en la cercanía del espíritu positivista, produjo nuevas formas de figurar el mundo, formas contradictorias pero plenas de hallazgos mecánicos y literarios. En esta obra la autora reflexiona sobre la maquinaria práctica y el andamiaje intelectual de los primeros ilusionistas y sus conexiones con un puñado de autores que transformaron la sensibilidad poética de la cultura occidental: Nerval, Balzac, Mallarmé y Rimbaud.