—Te quiero…
Ambos abrimos los ojos a la vez, sorprendidos. Nos miramos y esbozamos sonrisas incrédulas. Las palabras han salido de nuestras bocas al mismo tiempo, como si fuera inevitable, como si llevásemos demasiado tiempo callándolas y ahora los dos sintiésemos la necesidad imperiosa de confesarlo. Ninguno de los dos ponemos en duda las palabras del otro: la inseguridad ha huido, demasiado asustada por la pérdida.
También al mismo tiempo, nos volvemos a besar