La vería de nuevo. Sabía que sí. La magia curvaba el mundo. Le daba forma. Había puntos fijos. La mayoría del tiempo, esos puntos eran lugares. Pero a veces, casi nunca, eran personas. Para alguien que nunca se estaba quieto, Lila aun así se sentía como un clavo en el mundo de Kell. Uno en el que él seguramente se engancharía.