El pasado

No le interesaba saber: siempre ya sabía.

veces Rímini flaqueaba, se distraía y huía de Sofía, avergonzado por el temor de no estar a la altura. Su propia debilidad lo enfurecía.

Creían en el modo en que se amaban, y esa creencia era más fuerte que cualquier naturaleza, que cualquier signo que el mundo les dirigiera para desmentirlos o ridiculizarlos.

El amor es un torrente continuo.

Como siempre que quería fingir indiferencia, su cuerpo se había convertido en un manojo de impulsos hostiles.

¿Matarlo o matarse? ¿Matarlo y matarse? No había día ni hora del día en los que Riltse no examinara por un segundo esas alternativas.

Rímini volvió a verse lejos de Sofía, se vio sin ella, y esa figura huérfana, como saqueada, lo heló de espanto.

Sofía, esa masa de calor pequeña y compacta que ahora se apretaba contra su cuerpo, hubiera desaparecido de su vida para siempre.

No pretendas convencerme de que no sufro.

para recordar la dimensión histórica de una pasión cotidiana o bien para revitalizarla,