Cuando, en Montreal o en otra parte, me cruzo con alguna muchacha que hiere voluntaria, intencionadamente su cuerpo, que desea tener cicatrices dibujadas para siempre en su piel, no puedo evitar desear en secreto que conozca a esas otras muchachas que tienen, también ellas, cicatrices permanentes, pero tan profundas que son invisibles a simple vista. Me gustaría ponerlas frente a frente para oírlas comparar una cicatriz deseada con una cicatriz infligida; pagada la una, de pago la otra; visible la una, impenetrable la otra; una a flor de piel, la otra insondable; una dibujada, la otra informe