Tampoco nos corría tanta prisa morir. Teníamos dinero para drogas, para vivir bien y planear algún concierto más. Nos pondríamos guapos y saldríamos por el CBGB.
Todavía no había llegado la hora.
Nos quedaba una bala que gastar, un nuevo día juntos.
La eternidad nos aguardaba, y acudiríamos fieles a la cita, a su debido tiempo.