A Schacht le encanta transgredir los reglamentos, y debo confesar que, por desgracia, a mí también. Allí tumbados, nos contamos largas historias, historias de la vida, es decir, vividas, pero mucho más aún historias inventadas, cuyos hechos sólo existen en la fantasía. Una suave música parece entonces subir y bajar por las paredes, en derredor nuestro. El estrecho y oscuro cuartito se ensancha y van surgiendo calles, salones, ciudades, castillos, personas y paisajes desconocidos, se oyen truenos y susurros, conversaciones, llantos, etc.