Todo culto implica, pues, incluso inconscientemente, un culto de sí mismo, en la medida en que el homo sapiens que toma parte en un rito lo hace con un determinado espíritu, sabiendo o notando (¡sapiens!) que se trata de un culto que tiene sentido. En este aspecto, la religión puede ser considerada un culto creyente, en el que normalmente participa una comunidad.