Poco después de la caída de Tenochtitlan y la fundación de la ciudad de México, llegó al Nuevo Mundo una herramienta que resultaría esencial para la conquista espiritual, el control político y la organización de nuevo orden social: la imprenta de tipos móviles. En las primeras décadas
de la colonia, el libro impreso fue atrio de adoctrinamiento, arena de lucha, joya preciosa de las autoridades y gobernantes, terreno de disputa económica y legal de los pueblos y las naciones originarias, morada de la memoria de personas y grupos, oasis de paz y regocijo.
Este volumen explora cómo se implantaron en el virreinato los talleres tipográficos, quiénes fueron sus más afamados operarios, qué clase de obras se imprimieron aquí o se importaron de Europa, dónde están hoy los ejemplares de esa accidentada historia —en la que confluyen
la innovación tecnológica, la audacia comercial, el deseo de imponer una religión y aprender muchas lenguas—. El libro fue un escenario de gestas que aún hoy resuenan y por ello merecen ser estudiadas, contadas y divulgadas.