Asumir la gramática de lo animado podría refrenar nuestras ansias de explotación de la tierra. Y no solo eso. Nuestros ancianos aconsejan siempre «caminar entre las criaturas erguidas», o «pasar un tiempo con el pueblo Castor». Nos recuerdan que las criaturas no humanas pueden ser maestros, guardianes del saber, guías. Imagina la exuberancia de un mundo habitado por el pueblo de los Abedules, el pueblo de los Osos, el pueblo de las Rocas, criaturas en las que pensamos y de las que hablamos como personas dignas de respeto e inclusión en el mundo de los sujetos. Parece difícil que los estadounidenses, particularmente reacios a aprender otros idiomas, aunque sean de nuestra propia especie, vayamos a aprender los de otras especies. Pero imagina la cantidad de posibilidades que se nos abrirían. Las perspectivas diferentes, las cosas que veríamos con otros ojos, la sabiduría de la que nos rodearíamos. No tendríamos que comprenderlo todo nosotros, habría otras inteligencias, habría mentores a nuestro alrededor. Imagina cómo se reduciría la sensación de soledad en el mundo.