Es típico de seres que ejercen oficios lamentables construirse lo que Nietzsche denominaba “otro mundo”, un paraíso terrenal o celeste en el que se empeñan en creer para consolarse de lo infecto de su condición. Cuanto más vil es su trabajo, más hermoso es su edén mental. Créeme: nada existe más allá de las comodidades del piso cuarenta y cuatro. Ahora todo está aquí.»