Decidí que debía erradicarlo de mi vida y de la de mis conocidos. Por eso, cuando él regresó, lo ataqué. Quise ahorcarlo con mis manos de hombre, matarlo. Lo golpeaba y le decía que se fuera, que se largara de mi casa, que estaba harto de que decidiera mis actitudes y mis movimientos y de que se adueñara de mi gente.