Los personajes de Abril Posas se enfrentan a dos problemas: la memoria y el dolor. Su defensa es trágica e inútil pero valiente. Son héroes vencidos que entienden que nuestras historias no son más importantes que las de los otros.
En “El triunfo de la memoria” los cuentos revelan la desesperanza en la que vivimos, el rostro del anonimato, de la nostalgia, del dolor de todo ese ejército de seres que somos o que hemos sido; y nos dice: somos un grupo de apoyo que recicla historias para sobrevivir.
De la poderosa generación de los nacidos en los ochenta, la voz de Abril Posas despunta como una de las piezas de nuestra nostalgia. Nace de la rabia y nos recuerda que los débiles olvidan sus cicatrices porque, a veces, esas marcas son pruebas de que somos héroes. Aunque no exista salida, los sobrevivientes de la memoria, entonces, son héroes sutiles y reales.
Sin embargo, hay una especie de ternura cínica en esta escritura, una sonrisa tímida que aparece en sus cuentos de amor («El último domingo»y «Vamos a necesitar más cajas») que nos recuerda que “la memoria se activa con la lucidez de su broma de clausura” y que está bien, porque eso, esto, todo, también pasará y se volverá eternamente feliz cuando llegue el final de nuestros días.