Todo fue inútil. Reconociendo el extravío de las llaves como un acto sintomático, esto es, intencionado, despertó a su criado para seguir buscando con la ayuda de una persona libre de prejuicios. Al cabo de una hora abandonó la busca, temiendo ya haber perdido las llaves, y al siguiente día encargó unas nuevas que debían serle entregadas a toda prisa. Dos amigos suyos que el día anterior le habían acompañado en coche hasta su casa quisieron recordar haber oído sonar algo contra el suelo cuando bajó del coche, y con todo esto quedó nuestro individuo convencido de que las llaves se le habían caído del bolsillo. Mas por la noche, al llegar a su casa, se las presentó el criado con aire de triunfo. Las había hallado entre un grueso libro y un delgado folleto (un trabajo de uno de mis discípulos) que el paciente había apartado para leerlos durante las vacaciones de verano, y habían sido tan hábilmente disimuladas en aquel lugar, que nadie hubiera sospechado estuvieran en él. Después fue imposible volver a