ANA, la que al poeta invita, ANA para siempre y durante la brisa, sin entender de poesía tan sólo erigiéndose como sólo ella, ANA, dulce y romántica y una en particular. ANA anticipa lo que escribo en todo lo que amo, y como una tempestad me conduce sin tregua, y la veo nacer y crecer y morir y resucitando en zigzagueos literarios, ANA, la que interpreto y percibo, ANA en mis versos y en todo sitio, ANA en mis letras. Alguien me ama sin importar qué, ANA. ANA es la aceptación de ser quien soy, como hombre y como escritor.