–Todos estamos cansados.
Pero es mentira: él no se cansa.
Toda su vida ha sido eso: desde la infancia, durante la adolescencia, en la soledad de un sótano de París, frente a Chanel, ante el mar Mediterráneo, primero con su madre, después con ella y con Scaramuzza, más tarde con Marguerite Long y, finalmente, solo: estudiar, estudiar, estudiar, hundir la música en el cuerpo hasta ser, todo él, el primero de Brahms, el cuarto de Beethoven, el tercero de Rachmáninov, insuflado de melodías brutales para terminar, una vez tras otra, bestialmente abandonado por ellas.
Un cuarto de hotel. Un hombre solo. Un piano.
Toda su vida ha sido eso.