El niño perdido

Pensó: «He aquí la plaza que nunca cambia, que siempre seguirá igual. He aquí el mes de abril de 1904. He aquí la campana del Tribunal y las tres de la tarde. Y aquí está Grover con su bolsa de papel. Aquí está el viejo Grover, que está a punto de cumplir los doce años, he aquí la plaza que nunca cambia, aquí está Grover, aquí está la tienda de su padre y aquí está el tiempo».

Grover se giró y pasó junto a la cara norte de la plaza. En ese momento fue testigo de la unión entre el ahora y el para siempre.

quería sentarme en las escaleras de nuevo, en la ausencia de la tarde, para volver a sentirlo. Y aquello regresaría y se iría y regresaría de nuevo hasta que pudiera aprehenderlo y fuera mío y pudiera recordarlo todo y pudiera haberlo visto y vivido todo, a pesar de que toda la luz del Tiempo cayera sobre mi recuerdo, con los ecos sombríos de mil vidas, sobre esa breve suma de mí mismo, sobre el universo de mis cuatro años, que era demasiado escaso para ser medido, tan lejano, tan irrecuperable como un recuerdo sin fin.

quería sentarme en las escaleras de nuevo, en la ausencia de la tarde, para volver a sentirlo. Y aquello regresaría y se iría y regresaría de nuevo hasta que pudiera aprehenderlo y fuera mío y pudiera recordarlo todo y pudiera haberlo visto y vivido todo, a pesar de que toda la luz del Tiempo cayera sobre mi recuerdo, con los ecos sombríos de mil vidas, sobre esa breve suma de mí mismo, sobre el universo de mis cuatro años, que era demasiado escaso para ser medido, tan lejano, tan irrecuperable como un recuerdo sin fin.

El modo en que las cosas resultan no tiene nada que ver con lo que uno espera que sean

Oh, eso le dije, ya sabes. Se lo dije sin rodeos. No le doré la píldora. Y te diré una cosa: tendrías que haberle visto la cara. Era un poema

Cuando nuestro padre nos educó, aprendimos que no se tiene descendencia para presumir de ella

tener hijos… Y así, cojo y sin hijos, miserable como es, se irá a la tumba y nadie lo recordará»

Usted no sabe lo que es ser padre», dijo, «usted nunca ha sabido lo que siente un padre o nunca ha comprendido lo que siente un hijo… Por eso actúa así… Pero se hará justicia tarde o temprano. Dios lo ha maldecido, ha hecho de usted un hombre miserable, le ha dado esa cojera y le ha impedido

Y no podía olvidar los sulfurosos cielos de tinta fresca, esponjados y con nubes preñadas de electricidad