En cierto sentido, todos los dioses eran imperfectos, una suma de atributos humanos magnificados. El Dios del Antiguo Testamento, por ejemplo, exigía sumisión y sacrificios, y tenía celos de los otros dioses... Los dioses griegos, de humor belicoso, enredados en disputas de familia, eran tan imperfectos como los hombres.