Un bebé abandonado está condenado a morir; no sobreviviría si no hay un adulto que lo cuide. Así que, los humanos nacemos con el miedo al abandono implantado como instinto de supervivencia. Si de adultos somos abandonados por alguien de quien esperábamos amor y sustento, ese temor se nos manifiesta y genera intensas regresiones muy caracterizadas por comportamientos infantiles